Fue EL quien colapsó mis venas aquel 5 de septiembre atravesando años, estaciones y algún que otro parque. El fue quien supo cómo agarrarme en los momentos oportunos, cómo noquear todos los pulsos entre dientes apretados y latidos incontrolables, cómo hacerme sobrevivir sin tenerle. El inventó nuevas palabras a través de mis sonrisas, se deslizó entre mi vientre y cadera y se instaló entre mis cosquillas. El fue quien me enseñó a temblar, a desear, a creer. El Y y sus ojos, y sus dedos. Un sueño y nuestras manos entrelazadas para siempre.
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